Boricua en el sur, y’all!

Cuando tenía como 13 años mi papá me trajo de Atlanta un libro, “Scarlett”, de Alexandra Ripley. En esa época no teníamos Border’s y mi padre cargó con el mamotreto de casi 900 páginas para su hijita consentida, que era una secuela del clásico de Margaret Mitchell, Gone with the Wind. Desde siempre escuché a mi madre decir como le encantan las historias de “grandes amores”, como ella los llama (me regaló Anna Karenina de Tolstoy cuando tenía como 15 años; no se si saben, pero Anna termina tirándose en las vías de un tren por puro despecho. Ya sabemos de donde viene mi dramatismo a la hora del amorcito…). Una de las historias de amor que mi madre siempre mencionaba era precisamente “Lo que el viento se llevó”, esa clásica historia de amor entre Rhett Butler, rebelde guapetón de familia aristocrática de Carolina de Sur, y Scarlett O’Hara, engreída y bella chica de aristocrática familia de Georgia. Por supuesto, he visto la película, muchas veces y no para clase de historia del cine, sino por puro gusto, y siempre pensé que sería divertido visitar el romántico sur de los Estados Unidos, sus bellas casonas históricas y jardines de magnolias donde parece que el tiempo se detuvo. Pero la realidad es que aunque he viajado, no he viajado mucho por Estados Unidos. En los pasados 6 meses he tenido la oportunidad de visitar dos grandes ciudades sureñas, Savannah y Charleston. Dicen que son “ciudades hermanas”, pero son hermanas celosas; pelean por quien es más linda, quien tiene más fantasmas, en fin, por esas cosas que muchas veces pelean las hermanas. Y les cuento una breve anécdota sobre Charleston. Estuve por allí, en lo que se conoce como el “low country” de Carolina del Sur, a principios de este año. Fue una visita corta, así que aproveché para ver lo más que pude en el poco tiempo que tenía. Muchos recordarán que en junio del año pasado hubo un tiroteo en la ciudad. Un muchachito blanco mató a 9 personas negras en el Emanuel African Methodist Church en el downtown. 9 personas que lo recibieron en su clase de estudios bíblicos y que él mismo dijo, lo trataron tan bien que casi se arrepiente de lo que iba a hacer (lamentablemente, no se arrepintió). El impacto de ese dolor estaba aún muy latente cuando estuve por allá. Bueno, aparte de ese dato que vale mencionar solo para tener una referencia de noticias recientes, tres cosas me llamaron la atención. Bill Murray vive en Charleston. ¡Buen tipo, según me cuentan! Le gusta “crash” fiestas aunque no lo hayan invitado y creo que es el residente más querido aunque sea un borrachón. Segundo, hay un tono azul con el que pintaban, y aún pintan los techos de las casas, “haint blue”. Este tono de azul es uno parecido al azul cielo, y no pintan los techos de ese color para que parezca que es el cielo. Los pintan de ese color para alejar a los malos espíritus. “Haint” es un espíritu inquieto de alguien que ha muerto y no ha cruzado al otro lado del túnel de la luz. Los esclavos que llegaron a Carolina del Sur, mayormente de Angola, trajeron con ellos sus costumbres africanas. Nace entonces el “Gullah” en Estados Unidos. Los Gullah fueron los creadores de ese especial tono de azul que se veía en las casas de las familias más pudientes porque era la pintura más cara. Y era la pintura más cara porque venía bendita por una sacerdotisa Gullah. Hoy en día aún ves hermosísimas casas en Charleston con los portales pintados de “haint blue” en sus techos. Al igual que en el Viejo San Juan, el Deco District de Miami y otras ciudades que son patrimonio de la humanidad, hay una paleta de colores que está autorizada a usarse en las remodelaciones de las casas en el downtown de Charleston. Haint blue es uno de esos colores. La tercera cosa que me llamó la atención fue como le llaman a la Guerra Civil de Estados Unidos algunas personas. No se a ustedes, pero a mi en la clase de historia de EE.UU. me enseñaron que la guerra civil era de los capítulos más oscuros de este país porque fue una guerra entre hermanos. ¡Y estos condenados le dicen “La Guerra de Agresión del Norte”!” (War of Northern Aggression). Me puedo equivocar y espero no ofender a nadie que me lea, pero pareciera que esta gente no se abochorna de su historia con la esclavitud. ¡Oí cada comentario! ¡En pleno 2016! Pero no voy a entrar en eso ahora, porque puedo estar días escribiendo. Pero bueno, para ir cerrando mi anécdota de hoy, este detalle de esa época llamó mucho mi atención. En la arquitectura de estilo federal que se vió en la fundación de EE.UU. y que comprende un periodo entre 1780 y 1830, con su apogeo entre 1785 y 1815, se ve mucho el estilo de escalera de esta foto que tomé en Charleston; redondeada y con subida a ambos lados de la entrada de la casa o edificio. Son bellísimas. Pero tienen un propósito funcional que a mi me pareció muy interesante. Resulta que para esas épocas de antes, durante y un poco después de la guerra, resultaba inmoral que un hombre le viera los tobillos a una señorita soltera. Con esas faldas inmensas que usaba Scarlett, era casi imposible subir esas escaleras sin levantarse un poco la falda. Entonces, ¿cómo hacían? Pues las damas subían por un lado, los caballeros por el otro, y siempre sembraban plantas y follaje en medio, para que nunca se le vieran los tobillos a las señoritas. No se a ustedes, pero a mi ese pequeño dato me pareció interesantísimo y jamás lo había escuchado hasta mi visita.

“Lo que el viento se llevó” nos cuenta del derrumbe de esa sociedad sureña a raíz de los estragos de la guerra, en un tono nostálgico. Habiendo podido visitar el sur de EE.UU. por fin, puedo ver el por qué de esa nostalgia, aunque no dejan de chocarme algunas cosas. Me parecieron especialmente hermosos los jardines “antebellum”, que no se refiere al grupo country del “drunk-dialing song”, sino a todo lo que es previo a la guerra civil. Espero poder visitar más ciudades sureñas pronto. Y tú, ¿has visitado estos lados del país? Cuéntame que te pareció.

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